Los recién casados aterrizaron en Maldivas el 22 de marzo. A pesar de que el mundo estaba viviendo una pandemia, Olivia y Raúl decidieron seguir adelante con su luna de miel. No querían perderse ese viaje con el que tanto habían soñado.

Unos días más tarde, les informaron de que los aeropuertos estaban cancelando todos los vuelos y que, aunque salieran ese mismo día de la isla, no llegarían a tiempo para aterrizar en Sudáfrica, su país de origen.

Así, les dieron dos opciones: coger el último vuelo que despegaba desde Maldivas y llegar hasta algún otro destino, que nadie les aseguraba cuál sería, o quedarse en la isla hasta que pasara la crisis. Optaron por la segunda.

Estaban en el paraíso, ¿cómo iban a querer irse? Sin embargo, según pasaron los días, empezaron a replantearse su elección. Ya habían hecho varias veces todas las actividades permitidas, no había ningún sitio a dónde ir, ni gente con la que compartir la experiencia, pues solo quedaban ellos dos y los trabajadores del resort.

Olivia y Raúl tenían a su entera disposición a una infinidad de camareros, monitores, bailarines… El gobierno de Maldivas les obligaba a permanecer a todos allí, aunque solo tuvieran que atender a la pareja.

“Todo el mundo quiere quedarse atrapado en una isla tropical, hasta que realmente te quedas en ella”, afirmaba el novio.

Al fin, el pasado 5 de abril la embajada les comunicó que serían trasladados a otro resort donde había más personas en la misma situación. El gobierno local les ha anunciado que se hará cargo de una parte del coste total de la estancia, aunque todavía no les han dicho cuándo podrán volver a sus casas.

Cuando una luna de miel se convierte en una pesadilla sin fin es un artículo de Blogthinkbig.com.