Los últimos meses no han sido demasiado buenos en lo que respecta a ordenadores portátiles MacBook Pro de Apple. Por una parte, su desfase en componentes era ya excesivo. Los portátiles de la competencia cuentan con procesadores de la octava generación de Intel desde hace meses, que Apple ya podría haber montado, pero no. Además, se suma el hecho de que los teclados de Apple han salido problemáticos desde 2016, y se esperaba un cambio en el diseño de éstos para evitar problemas futuros.

La respuesta de Apple ha sido la esperada, pero a medias. No hay renovación en los modelos que más lo necesitaban y más se venden. Hablamos de los MacBook Pro de entrada, el modelo de 13″ sin Touch Bar, de los MacBook Air, y del MacBook a secas. Los que se actualizan a la octava generación de Intel son, pues, los modelos altos de la gama, es decir, el MacBook Pro de 13″ con Touch Bar y el MacBook Pro de 15″.

Reciben procesadores de cuatro y seis núcleos respectivamente, con una potencia muy superior a los anteriores gracias al aumento de núcleos. El MacBook Pro de 15″ recibe la posibilidad de montar el procesador más potente de Intel para portátiles dejando fuera los Xeon, el Core i9, que dará un salto mayor incluso de lo esperado por los seguidores de la compañía.

La parte más polémica de la renovación está en los teclados. Tras reconocer Apple que hay unidades con graves problemas que llevan a las teclas a dejar de funcionar, y a ofrecer una garantía ampliada para ese problema durante cuatro años desde la fecha de compra, la compañía reconoce no haber mejorado el teclado, y sólo haberlos hecho más silenciosos.

Los precios se mantienen respecto a los MacBook Pro anteriores.

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