Con datos de la Organización Mundial de la Salud, India cuenta en su territorio nacional con algunas de las urbes con más polución del planeta. Lugares como Delhi, Kanpur o Patna tienen el dudoso honor de encontrarse en los primeros puestos del ranking.

Que el país tiene un problema de contaminación en suelo urbano no es ninguna novedad. Pero tampoco lo es el empeño que ha puesto en los últimos años para deshacerse de su dependencia de los combustibles fósiles. No en vano, India construye ahora los mayores parques solares del mundo. Esto le ha llevado a adelantarse a sus objetivos en energía solar. En 2018 ya habían alcanzado las metas para 2022. El gobierno ya había reformulado los objetivos con antelación.

Lo que también ha hecho el gobierno central es poner en marcha un plan para adoptar un modelo de transporte más sostenible. El FAME-II (Faster Adoption and Manufacturing of Hybrid & Electric Vehicles) tiene como objetivo reducer a nivel nacional la dependencia del petróleo. Para ello cuenta con 1.400 millones de dólares en ayudas.

Gracias a este plan, la ciudad de Nueva Delhi anunció que añadirá 1.000 autobuses eléctricos a su flota de transporte público en los próximos años. Los primeros 375 llegarán antes de finales de 2019.

Mumbai también contribuirá a la expansión de los autobuses eléctricos en India. Las autoridades de transporte introducirán 500 autobuses eléctricos durante el próximo año. Por ahora solo hay seis con este tipo de motor alternativo, aunque antes de que termine el año se añadirán otros 80.

En Bengaluru , un polo tecnológico del país, planean tener la flota de autobuses completamente convertida para el 2030.Su objetivo es introducir 500 nuevos vehículos con motor alternativo por año. Mientras en el estado de Andhra Pradesh varias ciudades recibirán autobuses eléctricos próximamente.

Los autobuses eléctricos, otra pata de la sostenibilidad

La apuesta india por las renovables es clara. Además de su ímpetu en energía solar también ha comenzado a profundizar en una estrategia de energía eólica. El despliegue de la electricidad en las ciudades como alternativa a los combustibles fósiles era –y lo será por bastante tiempo– la asignatura pendiente.

Es la parte más compleja, pues implica una gran cantidad de factores no sujetos a la centralidad de un poder público. El hábito de los consumidores, el desembolso que están dispuestos a hacer, sus necesidades de autonomía, son aspectos sobre los cuales el gobierno no tiene influencia directa. Pero sí que la tiene en el transporte público.

La inversión es importante, pero se puede llevar a cabo. Así lo ha demostrado China, que ha puesto ingentes recursos en el despliegue de autobuses. La apuesta india no parece ser tan ambiciosa de momento, pero aún está en fase embrionaria. Si este otro gigante asiático comienza a transformar su transporte público, probablemente el consumo de petróleo mundial lo note. Es lo que ha ocurrido con China.

Imágenes: Gwenaël Piaser, t66t

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