El enorme esfuerzo de ingeniería que requieren los vehículos modernos hace que muchas veces quede en segundo plano un elemento básico. Durante la carrera espacial en la que se embarcaron Estados Unidos y la Unión Soviética hubo vaivenes, éxitos por las dos partes y, después, la balanza se inclinó definitivamente hacia el lado americano.

De todos esos años se recuerdan los logros espaciales. El premio fue la llegada a la Luna de la NASA, pero antes se habían lanzado varias misiones. La Unión Soviética había lanzado al primer ser vivo al espacio, la perrita Laika, y se colgó la medalla de conducir la primera misión tripulada por un astronauta.

Sin embargo, ya en los años 70 quedó claro quién había ganado la carrera espacial. La Unión Soviética abandonó paulatinamente el primer plano de la exploración espacial, mientras Estados Unidos ampliaba sus horizontes. A día de hoy muchos expertos señalan un factor decisivo en este devenir: el combustible. La NASA utilizaba hidrógeno líquido , mientras que el Programa Espacial Soviético empleaba queroseno para sus Soyuz.

Ahora, sin embargo, el hidrógeno líquido es el combustible más utilizado en los lanzamientos espaciales. En cuanto al queroseno, se emplea profusamente en la aviación. Tiene una densidad energética capaz de propulsar a los aviones comerciales como para que puedan realizar largos viajes alrededor del globo.

Hacia una aviación no contaminante

Lo próximo en la aviación es el motor eléctrico. Todo apunta hacia esta perspectiva. Sin embargo, una batería de ion-litio no aguantaría ni unos cientos de kilómetros. Además, tendría que tener un tamaño enorme. La NASA busca una solución a este asunto.

Las baterías de ion-litio no son prácticas para la aviación, pero el motor eléctrico se podría usar con otro combustible. El hidrógeno tiene la particularidad de aportar energía que se convierte en electricidad emitiendo solamente vapor de agua. Ya existen coches de hidrógeno, que funcionan con este gas almacenado a presión.

El problema es que los aviones consumen una gran cantidad de energía. Por tanto, necesitan un combustible con una alta densidad energética. Esto no lo permite un gas almacenado a presión de 350 o 700 bares. Es necesario licuar el hidrógeno. Y es esto lo que intenta hacer la NASA, teniendo en cuenta las limitaciones de la aviación civil.

Para las misiones espaciales la NASA se permite un presupuesto y unos recursos técnicos desorbitados. Algo que hay que ajustar en los aviones que se construyan para llevar pasajeros. De momento la organización espacial trabaja con la Universidad de Illinois para hacer posible el uso de hidrógeno líquido en los aviones. De lograrlo será un hito que dé un vuelco a la aviación , tal y como la conocemos.

Imágenes: NASA

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